Festival de los Sentidos

Un buen día...
Despiertas y esbozas una leve sonrisa. No dudas en restregar tus ojos y rascarte todo el cuerpo a sabiendas del disfrute que produce esa mañana que acaba de amanecer. Olisqueas el café recién hecho que incita aun más, a levantarse dando saltos.
Antes, tus ojos han decidido obnubilarse mirando fijamente algún lugar. El aparato locomotor, entra en acción. Una de tus extremidades superiores, sin darla permiso, se abalanza sobre la ventana abriéndola de par en par. Entonces tus ojos se llenan de brillo, mientras marcan con sosiego, esas arrugitas, que muestran la vida que has tenido, como los anillos de un árbol, cuentan su edad. De repente una bocanada de aire puro entra por tu nariz, y mientras notas que a su través por las vías, ese aire llega a los pulmones ensanchando el pecho, vuelve tu cara a estirarse para una nueva sonrisa. La misma extremidad, que curiosa, abrió la contraventana, ahora se abalanza cruzando el marco de madera, sintiendo un escalofrío que invade el cuerpo hasta llegar a la punta del pie. Das un respingo. Algo pseudo cristalino y muy frío, ha caído en tu palma. Lo observas derretirse.
La visión se adapta ahora, a mirar un horizonte pocas veces disfrutado. Vas girando la cabeza de izquierda a derecha, recreándote en lo que ves, pausadamente, observando esa inmensidad sin dejar de sonreír. No se oye nada. Otra sensación que quieres retener en la mente. Permaneces así algún tiempo. Sintiendo.

Vuelves a tomar aire. Esta vez, la emoción te lo ha consumido entero.