Ya has llegado?

Pues nada, ahora toca leer un ratín. No te aburras mucho. Al fin y al cabo, esto es una página personal, en la que tal vez encuentres puntos comunes contigo y te rías al verlos reflejados, o simplemente encontrar la forma de matar parte de tu tiempo libre...En cualquier caso, gracias por estar aquí.

martes, 23 de octubre de 2007

Un día antes

Salí de casa.

Cuando llegué al portal, comencé a andar por el pasillo que me lleva hasta la calle donde está el apeadero. Ese día, sentía más frío que los anteriores. Parecía que el verano quería despedirse, haciendo soplar un vientecillo helado que sólo parecía notar yo. Saludé a Antonio, el del 5º, que no me devolvió mi buenos días. Saludé a Cipriano, mi portero, que charlaba, como cada mañana, con Javier, el portero del nº3. Tampoco me respondió.

Andaba con paso firme y rápido, más víctima de las bajas temperaturas que por las prisas. Ya en la calle, como cada día, me junté con Rosa, y una compañera suya del trabajo. Siempre vamos juntas hasta Nuevos Ministerios, luego yo sigo hasta Ramón y Cajal. Cuando estuvimos las 3, nos encaminamos a nuestros destinos. Rosa hablaba en susurros con su amiga, yo apenas podía escuchar. Llevaba un pañuelo en la mano y andaba despacio. Parecía cansada y triste. Yo iba 3 pasos por delante de ellas. Tenía frío y el tren se iba!.

Al llegar a Renfe, cogí mi bono transporte y lo inserté para que se abrieran las puertas del torno, pero me dio error. Dichosas alteraciones magnéticas. Lo froté contra el acero inoxidable de las puertas y volví a insertarlo. Otra vez error.
Rosa y su amiga, ya estaban en el andén, habían pasado sin problemas, sin percatarse de mi situación.
Fui a la ventanilla de billetes a pedir que me abrieran, pero la chiquita no parecía oírme. Alzé la voz, con algo de vergüenza porque pasaba mucha gente, y nadie se inmutó...

Por megafonía se anunciaba la llegada del tren de Alcalá de Henares, destino Chamartín. Mi tren. Corrí a través del torno, sin dañarme, salté por las vías hasta llegar al andén 2, mi andén y mientras el pitido de las puertas avisaba de su cierre, de un salto, entré en el vagón y me senté en el único asiento que quedaba libre, al lado de Rosa y su compañera, que no paraban de lloriquear y chismorrear.
La cuarta persona sentada, justo en frente de mí, una mujer arrugada de aspecto familiar, con un precioso abrigo azul, guiñó un ojo y me tendió su mano. Yo la dije: “Hola, abuela”.

Y caí. Eso era. No entiendo, cómo se pueden olvidar ese tipo de cosas de un día para otro. Fue ayer. Ayer morí.

Si lo sé, no me levanto.

4 comentarios:

colombo dijo...

Deberías escribir mucho más a menudo. Ese estilo de realidad y monotonía del día a día está muy conseguido. Y el final... sorprendente como todo buen cuento corto está muy bien. Guiño final incluido. ¡¡¡ENHORABUENA!!! Un besote.

Agüi dijo...

Viniendo de un emérito en la materia, no me pongo roja, porque hace mucho que lo soy...
A ver si voy rascando tiempo al tiempo y consigo más ratitos de escritura.
Gracias majete.

Sombra dijo...

Humor negro, me encanta.

En un principio temía que te estuvieras volviendo tan sombra como yo.

Agüi dijo...

No te creas, Sombra.
Puede que de vez en cuando tenga algo de "mala sombra", pero me quedo ahí.
Besotes